Amigos, este es mi vuelo

Por Óscar Castro García[1]

Cuadrado, J. G., & Durán, J. (2021). Panita, esta es mi historia. Medellín: Vuelo azul.

 

No acostumbro leer biografías; menos, autobiografías. Quizá porque, en esencia, ambas acaban siendo novelas, ficciones: más imaginación y fantasía que realidad. La dos son literatura escrita al cabo de los años, cuando la memoria ha sufrido el filtro del tiempo y de la transformación del personaje biografiado. Cuando de tanto repensar el pasado y calibrarlo con los códigos y los criterios del presente, se van transformando las emociones, las convicciones, los sentimientos y las experiencias de la vida.

Aun así, adquirí y leí con interés y emoción el libro Panita, esta es mi historia de Juan Guillermo Cuadrado y Jeins Durán. Lo hice por lo insólito que el futbolista colombiano que más he admirado en los últimos veinte años, fuera el autor de su propia biografía. Porque aún en pleno ejercicio de su habilidad y talento deportivos, el futbolista hubiera dedicado tiempo a reflexionar y escribir su experiencia de vida y su búsqueda de un lugar en el mundo y en el fútbol. Porque tuviera el atrevimiento de adelantarse a sus compañeros de canchas, camerinos, entrenamientos, partidos, viajes, ciudades, éxitos, fracasos, glamour, ruedas de prensa, entrevistas, fotos, promociones, televisión y otras muchas actividades, para decirles a todos quién ha sido y quién es; y cómo, por qué y por quiénes está donde lo vemos, precisamente, en estos días de seguir viviendo su ilusión de jugar con la camiseta amarilla de la Selección Colombia en las eliminatorias de Catar y en la Copa América. Porque no es común que un jugador en pleno ejercicio de su profesión saque un espacio para contar su historia a un supuesto o real oyente: el panita, que es y son Jeins Durán, Andrei, Nelson Gallego, Jackson Martínez, Luis Muriel, Pacho, Carre, Yerry, Melisa, María Ángel, Miguel Ángel, Lucas, Lucía, Marcela Guerrero y Marcela Bello. El panita es, por supuesto, el lector, a quien cuenta lo que considera importante de su vida.

El vuelo es lo esencial de su obra, lo más significativo, la metáfora que resume y trasciende las anécdotas y las historias que se cruzan en estas páginas. Con él se inicia y así termina, pero no por medios propios, sino como una lección de vida— por acción de la colectividad: su abuela, su madre, sus amores, el profe Gallego, los amigos, los técnicos, los compañeros, los hinchas… Todos lo elevamos para ese gol magistral que es su vida deportiva y su personalidad.

El libro es sencillo, humano, sin pretensiones, preciso, sincero y apasionante. Tal como Juan Guillermo Cuadrado se ve en el campo de juego, así se siente al narrar su historia desde la primera persona. Su destreza con el balón y su seguridad en las fintas y amagues para llevarlo hasta el pase preciso o, por qué no, al arco contrario, se reflejan también en la manera como va llevando al lector hasta el gol final de la primera parte de su vida deportiva. No cabe ambigüedad, pero sí quedan enigmas que, quizá, él mismo se quiso reservar, porque uno no cuenta a lectores anónimos su vida íntima, sino aquello que está a la vista o puede ser comunicable. Hay que guardar para uno las experiencias, los sentimientos, las sensaciones y las ideas que solo comparte con los privilegiados. Tal vez con el Cha Cha Cha, el panita confidente, Muriel, su esposa y su madre.

Los guías de su vida son muy evidentes en el transcurso del relato, desde el guía espiritual trascendente que siempre invoca, hasta el concreto que lo soportó, acompañó y depositó en las buenas manos del fútbol, su única pasión y decisiva meta de su vida. Es lo más importante, y lo que se soslaya en el título. Porque Juan Guillermo se propone desde niño volar en una cancha de fútbol. De ahí su peregrinaje. La obra muestra ese itinerario azaroso del joven que vuela de cancha en cancha, de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, de país en país. Uno quisiera saber más de su soledad, de su búsqueda de la subsistencia, de sus dudas, de sus frustraciones, pero parece que esto se lo guarda, que no es tan significativo en el momento presente. De pronto, ya está en Juventus, ya brilla y se desmarca de todo aquello que se oponía a su aspiración: su edad, su masa muscular y su estatura; eso que llevaba a los técnicos y evaluadores a llamarlo “cosita” en forma despectiva, nunca afectiva. Esa “cosita” que nos ha dado tantas alegrías en una selección de altibajos y de contradicciones, pero que une a este pueblo sin líderes, sin faros, sin alegrías y del que, a veces, nos avergonzamos.

Porque este libro tan bien editado, tan oportunamente ilustrado, con una portada maravillosa que muestra en tonos oscuros el rostro sereno y muy humano del protagonista y narrador de su historia, llega como un vaso de agua fresca en estos tiempos de incertidumbre, desasosiego, epidemia y desconcierto. Llega en un momento decisivo de la historia del país que, sin lugar a dudas, solo se une ante el amarillo de la camiseta que Juan Guillermo Cuadrado y los demás jugadores del equipo nacional lucen con orgullo y dignidad, mostrando en forma real y metafórica que la unión del equipo es la única que permite la lucidez y brillo de cada jugador, como debe ser también la unión de todos en el país para obtener los logros y las glorias esenciales.

La historia de Cuadrado nos dice, además, que sí tenemos mucho de qué enorgullecernos, de quiénes sentirnos representados con altura en este país: los escritores, los artistas, los científicos, los deportistas, los trabajadores, los campesinos, los estudiantes, los empleados y toda persona honesta que busque su destino y su lugar con tesón, perseverancia, esfuerzo, confianza y solidaridad, muchas veces sin apoyos oficiales o privados.

Como lector, he sentido lo que en esos días de incertidumbre, meses de espera y años de ansiedad, sentía el chico Cuadrado a la expectativa del ingreso en el mundo que desde niño estaba buscando. Nunca se queja, nunca reniega, no se devuelve, no se echa culpas, a nadie achaca responsabilidades, no desiste, no se desquita, sigue confiando e insistiendo. Ante todo, no se amilana por ser “cosita”, por no dar la talla esperada o porque su masa muscular no alcanza la de los grandes deportistas europeos, modelos del fútbol internacional.

Sin pretender escribir un texto literario, y con la naturalidad de quien narra sus experiencias desde sus sentimientos y recuerdos de lo esencial, va creando una sensacional tensión alrededor de sus etapas, aunque nunca dice que haya llegado a su meta, pues parece que en su interior permaneciera en el Necoclí de su infancia. En esas playas de arena, sol, viento y amigos que, envueltos en nubes de polvo y de espuma, con el sol ante sus ojos, no lo obnubilan ni lo enceguecen, sino que lo llevan a volar.

Es apasionante el camino que traza su ideal de vida y su ideal deportivo. Sin dar lecciones ni consejos, solo confiado en su capacidad y en el apoyo de los suyos, deja atrás los sinsabores de la pobreza y de la distancia, para conquistar, en estas páginas, el afecto de sus lectores y el reconocimiento de todos los que en él creyeron, lo apoyaron, lo amaron y lo siguen amando, lo acompañan y lo admiran, le exigen y lo critican, lo contradicen y lo reconocen por este libro, así como lo hemos hecho por su juego exquisito en tantos campos de fútbol.

En mi caso, ha sido de gran satisfacción encontrarme con una historia bien contada, con hermosas páginas en las que la poesía va acompañada de la espiritualidad que caracteriza al escritor protagonista y de la amistad que se sobrepone a todo en este libro. Y, más arriba, la presencia del amor desde la primera hasta la última página. Amor que se manifiesta en diferentes personajes que lo acompañan en este trayecto, desde el hogar maternal hasta el hogar que ha conformado con su esposa e hijos.

Juan Guillermo Cuadrado no solo es versátil y efectivo en el campo de juego, sino que ahora se revela como narrador y escritor de alcances poéticos innegables y de interpretaciones interesantes sobre su vida. Así el libro esté escrito a dos manos con Jeins Durán, quienes hemos escuchado sus declaraciones en los medios, conocemos su discreción, precisión y concisión al expresarse y al interpretar las jugadas del partido y los sucesos previos y posteriores a este. La sensatez y la precisión, así como la dimensión trascendente que presenta de su vida, es lo que también se destaca en estas páginas.

Con seguridad, Jeins Durán —escritor de varias obras de teatro, de la novela testimonial Celda 212 (2019) sobre su experiencia en la cárcel Pedregal (Medellín) y del opúsculo virtual gratuito Cómo escribir un libro (2021)— aportó lo que Juan Guillermo no domina de los intríngulis de la escritura, como es la corrección, el estilo y la edición de un libro; pero la esencia del libro es de Cuadrado, quien narra sin vanagloria ni exhibicionismo, sin arrogancia ni triunfalismo. La humildad y la sinceridad se destacan, como un sello inconfundible de su personalidad y de su escritura. Y en las fotos que acompañan el libro, ante todo da créditos a su familia, sus amigos y sus compañeros más íntimos y destacados en relación con su vida y sus logros.

Una tarde maravillosa empleé para leer las sinceras páginas de un hombre sencillo, feliz y convencido de su profesión, de sus amores, de sus amigos y, ahora, de lo que va de su vida convertida en escritura. Fue un verdadero partido de fútbol, en el que el autor es el jugador que lleva el balón, o sea, lleva al lector hasta el momento decisivo del partido. Y este es, sin duda, la vida del jugador, quien muestra que la emoción del partido es su esencia, y que el gol es la conclusión lógica de su vida.

 

Envigado, 20 de junio de 2021.



[1] Medellín (1950). Escritor de libros académicos y literarios, entre los que destaca la antología Un siglo de erotismo en el cuento colombiano (2004), la novela ¡Ah, mar amargo! (1997) y los libros de cuentos Sola en esta nube (1984), No hay llamas, todo arde (1999) y El viaje más corto (2018). Su obra literaria ha recibido dos premios en México y dos en Colombia.

Comentarios

  1. Orlando, gracias por la gracia de publicar mi reseña en tu blog. Te confieso que una vez leído el libro me llegó el impulso de escribir sobre él. Hacía años no escribía sobre lo que leía, menos ahora al cabo de mis años. Y tu invitación a publicar mi lectura del libro de Cuadrado cuando te conté que lo había reseñado, me causó una serena alegría: responder a la lectura con mi escritura, retribuir con mi escritura a la escritura, buscar la lectura... Es un ciclo maravilloso. Te lo agradezco.

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